Cuando la energía no encuentra su rumbo

La hiperactividad en los niños y adolescentes es un tema que muchas veces se malinterpreta. Se suele ver como un problema de comportamiento, cuando en realidad es una característica que, si no se canaliza correctamente, puede derivar en frustración, ansiedad y desmotivación. Esto se vuelve aún más complejo cuando un niño atraviesa cambios emocionales importantes, como la separación de sus padres.
Este es el caso de Francesca, una niña de 14 años llena de energía, pero que, tras la separación de su mamá y papá, ha comenzado a mostrar signos de apatía y desinterés. Su padre, John, quien también fue un niño hiperactivo, se encuentra por primera vez en la posición de cuidarla solo y no sabe cómo ayudarla.
¿Cómo puede un padre guiar a un niño hiperactivo cuando él mismo aún lidia con esa característica en su vida? ¿Cómo ayudar a Francesca a redescubrir su entusiasmo y canalizar su energía de una manera positiva? En este artículo exploramos estrategias y consejos prácticos para padres que, como John, buscan comprender y apoyar a sus hijos en momentos de cambio y desafío.
Francesca y su energía sin rumbo: Cómo un padre puede ayudar a su hija hiperactiva en tiempos difíciles
John nunca imaginó que algún día sería el único encargado de su hija Francesca. La separación con su esposa había sido reciente y, aunque trataban de manejarla de la mejor manera, Francesca no lo estaba llevando bien. Pasaba de estar inquieta y enojada a quedarse encerrada en su habitación sin querer hacer nada. Su energía, que antes parecía inagotable, ahora fluctuaba entre la impulsividad y la apatía.
John entendía más de lo que parecía. Cuando era niño, él también había sido hiperactivo, pero nunca le enseñaron a canalizar su energía de forma positiva. Ahora, de adulto, seguía siendo inquieto, pero había aprendido a sobrellevarlo a su manera. Lo que no sabía era cómo ayudar a Francesca a lidiar con su propia energía en medio del dolor de la separación.
Sabía que su hija extrañaba a su madre. A veces, Francesca lo decía con palabras, otras veces con rabietas o con un simple “no quiero hacer nada”. John no quería fallarle, pero tampoco tenía las herramientas para saber qué hacer.
1. Validar sus emociones sin presionarla
En lugar de decirle “todo estará bien”, John aprendió a escuchar sin interrumpir. Cuando Francesca decía que extrañaba a su mamá o que se sentía mal, él evitaba minimizar sus emociones. En vez de decirle:
“No pienses en eso, vamos a distraernos”, aprendió a responder:
“Entiendo que extrañes a mamá. Es difícil, pero estoy aquí contigo.”
Al reconocer lo que ella sentía sin tratar de “arreglarlo” de inmediato, Francesca comenzó a confiar más en él.
2. Canalizar la energía a través del movimiento
Francesca no dejaba de ser hiperactiva, solo que ahora su energía estaba atrapada en la frustración. John sabía que el movimiento podía ayudar, pero Francesca no quería salir a correr o hacer deporte. Así que, en vez de insistirle, buscó formas sutiles de incorporar actividad física en su día.
Por ejemplo, le propuso salir a caminar mientras hablaban o hacer algo manual, como pintar su habitación juntas. Pequeñas actividades físicas ayudaron a Francesca a liberar tensiones sin sentirse obligada.
3. Darle estructura sin ser estricto
El cambio en su vida había hecho que Francesca se sintiera sin control. John estableció una rutina flexible donde ella pudiera sentirse segura, pero también libre de elegir.
En lugar de decirle “a esta hora comes, a esta hora estudias”, le dio opciones:
” ¿Quieres hacer tu tarea ahora o después de ver tu serie?”
Al permitirle tomar decisiones, Francesca empezó a sentirse más en control y menos perdida.
4. Compartir su propia historia
John nunca había hablado con Francesca sobre su propia hiperactividad. Un día, cuando la vio frustrada porque “no podía concentrarse”, decidió contarle cómo era él de niño.
—¿Sabes? Cuando yo tenía tu edad, me pasaba lo mismo. No podía estar quieto, pero tampoco sabía qué hacer con mi energía. Me costaba estudiar, pero cuando encontré algo que me gustaba, todo cambió.
Francesca se sorprendió. Nunca había pensado que su papá pudiera entenderla. Ese momento creó un lazo entre ellos y ayudó a Francesca a darse cuenta de que no estaba sola.
5. Quiero recordarle que su familia sigue ahí para ella
Aunque la separación había cambiado la dinámica familiar, John le recordó a Francesca que aún tenía el amor de ambos padres. No intentó reemplazar a su mamá ni hacerle sentir que debía “superarlo rápido”. En cambio, le aseguró que seguirían siendo una familia, aunque de una manera diferente.
Cuando Francesca sentía que todo estaba fuera de control, estas palabras le daban un poco de estabilidad.
Acompañar en lugar de imponer
John comprendió que su papel no era obligar a Francesca a “estar bien”, sino acompañarla mientras aprendía a manejar su propia energía y emociones. La hiperactividad de Francesca no era un problema, era solo una chispa que, bien guiada, podía iluminar su camino.
En el proceso, John también aprendió algo valioso: ser padre no es tener todas las respuestas, sino estar presente cuando más se necesita.
Conclusión: Acompañar, comprender y guiar
Criar a un niño o adolescente hiperactivo puede ser un desafío, especialmente cuando las circunstancias familiares cambian drásticamente. En el caso de Francesca, su hiperactividad no desapareció con la separación de sus padres, pero su energía se transformó en frustración, apatía y desmotivación. Su padre, John, al principio no sabía cómo ayudarla, pero poco a poco entendió que la clave no era forzarla a “estar bien”, sino brindarle herramientas para canalizar su energía de forma positiva.
Los niños y adolescentes hiperactivos no necesitan que los adultos controlen cada uno de sus impulsos, sino que los guíen con empatía, paciencia y estructura. Escuchar, validar sus emociones, darles opciones en lugar de imponer reglas rígidas y compartir experiencias personales puede hacer una gran diferencia en su bienestar emocional.
Cada niño es único, y el camino para ayudarlos a encontrar su equilibrio requiere comprensión y amor. Enfrentar el desafío con apertura y disposición a aprender puede no solo fortalecer la relación entre padres e hijos, sino también ayudar a que los niños hiperactivos se reconozcan a sí mismos como personas valiosas, con habilidades y energía que pueden usar a su favor.
La hiperactividad no es un problema, sino una característica que, con la orientación adecuada, puede convertirse en un gran potencial. Lo más importante es que estos niños sepan que no están solos y que tienen a alguien que los acompaña en su proceso de crecimiento.
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